El diablo se llama Diana

En los tiempos de Fashion Victims en los que nos movemos, es más que seguro que todo el mundo conoce o al menos ha oído hablar alguna vez de la omnipresente Carine Rotfield, la excéntrica Anna dello Russo o la diabla Anna Wintour, pero señores, antes de estas damas, hubo vida y quizás mucho más interesante.

El pasado miércoles echando un vistazo a la web de Vogue París, encontré una grata noticia que desconocía, Lisa Immordino Vreeland, nieta de la editora de moda Diana Vreeland, rinde pleitesía a abuela presentado en el próximo Festival de Venecia, un documental -clips de su vida, carrera y familia- , seguido por la publicación de un libro, (disponible a principios de octubre) y una exposición itinerante a partir de marzo del 2012 que arrancará del Museo Fortuny  de Venecia.

 Diana Vreeland,  (29 de julio de 1903, París). Descendía de una familia francesa que emigró a Estados Unidos con el estallido de la Primera Guerra Mundial, se instalaron  en Nueva York y pronto se convertirían en figuras destacadas de la sociedad. Tras casarse con el banquero  Thomas Reed Vreeland, con quien tuvo dos hijos. Vivió un tiempo en Londres, desde donde a menudo viajaba a París para comprar ropa, la mayoría de Chanel, a quien conocería personalmente en 1926.
 



Poco después, regresó a New York, donde esta sacerdotisa de la moda desplegó su potencial desarrollando su carrera; columnista y editora de moda en Harper’s Bazaar (1939 - 1962), editora en jefe de Vogue EE.UU (1963 - 1971) y creadora de espectaculares desfiles de moda en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, (desfiles que atrajeron a más de un millón de visitantes al año e hicieron del museo un centro internacional de moda).

Durante estos años estableció una estrecha relación profesional con el fotógrafo Richard Avendon, relación que inspiró la película “Funny face”. Catapultó a la fama a modelos como Twiggy, Veruschka, exhibió en portada a una espectacular Lauren Bacall de enfermera y apadrinó a Andy Warhol.

En 1960, John F. Kennedy se convirtió en presidente y Diana Vreeland aconsejó a la primera dama Jacqueline Kennedy en cuestiones de estilo, mientras que  Oleg Cassini ejecutaba su vestuario.

Diana trabajando para Vogue y Lauren Bacall para Harper´s Bazaar 1943

La salida de Diana de Vogue a inicios de los 70 se debió a sus excentricidades; jamás tomaba una decisión seria sin una copa de champán en la mano y obligaba a sus asistentes a utilizar ruidosa bisutería para saber si se acercaban (vamos, como gatos con cascabel, ríete tú de la Wintour). A esto se sumaban estratosféricos gastos en reservas de plantas enteras en los hoteles más caros de París para ver las colecciones, chófer 24 horas a su servicio y descomunales gastos en producciones fotográficas para su revista, a la que casi arruinó.


Truman Capote la definió como “… un pájaro exótico fuera de la selva con perfil de Tucán…”.  Lo del perfil de guacamayo no hay duda, pero creo que nunca salió de la selva, la selva del mundo de la moda

Después de ser despedida de Vogue, se convirtió en asesora del Costume Institute del Metropolitan Museum of Art de Nueva York hasta poco antes de su muerte en agosto del 1989.


2 comentarios:

  1. No sé yo si en este caso es bueno el dicho de "otras vendrán que buena te harán" porque visto lo visto menuda como se las gastaba Doña Vreeland, todo un descubrimiento............

    Sitooooooooooosss.

    P.D.: Lo de "perfil de Tucán" es autentico!!.

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  2. Creo que va en el contrato, para ser editora de Vogue hay que ser excéntrica!

    Y si no eres... te conviertes!

    XXX

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