No hay nada como levantarse un domingo para producirse a
primerita hora de la mañana y si no tengo que ir a Edición Limitada de GestionaRadio para arrojar mis opiniones como cada domingo, buscarme un plan alternativo.
Y pese a toda controversia, (ya que en el centro de Madrid anda cortado por
manifestaciones día si y día también), correrme en tacones 300 metros con
desnivel y en consecuencia haber gastado un bote de laca para nada, llegué con
los tobillos como los de un elefante al Palace e irrumpí como si aquello fuera
mío. Solo me hacia competencia una señora de 80 años con turbante turquesa y
gafas a lo Onassis que no podía dudar que ella si que era la ama de todo aquello,
(me pido ser como ella de mayor).
Y, ¿Qué hacía yo en el Palace? Pues, tal y como relataba en mi
penúltimo post existen uniones difíciles de asimilar, y no, no me refiero a la
mía con el Palace, ni al matrimonio de Parada con Chelo García, no, me refiero
al intento incesable de unir con la moda todo aquello que se encuentre en un momento
crítico para hacer un rescate a lo Merkel, aunque ambos poco tengan que ver. Este
tipo de uniones, son una estrategia viejuna con el único objetivo de arrastrar
al espectador hacia algún negocio poco floreciente o sin interés general.
Si el objetivo es promocionar el restaurante de uno de los hoteles más prestigiosos de la capital, si si, vuelvo a hablar del Westin Palace, nada como montar un pequeño desfile con brunch. Un mini evento de moda para que los paladares más y menos exquisitos recuerden los vestidos que las clientas lucieron en el salón de baile de este importante hotel en años floridos. Como era de esperar aquí hubo más ruido que nueces y a mi los modelitos no me parecieron para tanto, es más, faltaba alguno que otro de lo anunciado en cartel. Los diseños que se exhibieron componían una colección denominada “The Sublime Collection”.
A todo esto mientras veías venir modelito por aquí, modelito por
allá, te podías poner fina fina, en el almuerzo buffet ó “brunch” de alta
cocina en miniatura; ensaladas, carnes frías, mariscos, carnes, pescados, postres y copas, muchas
copas, hasta ansiarte que fue lo que hice. Disfrutar de este selecto catering estaba
en tu mano por el módico precio de 76,40€ por barba, menos mal que a mi esto me
lo saca mi maromo gratis, y ya le devuelvo yo el favor en privado, porque esta
claro que si no eres una carita conocida como Mansilla, Mararoff o Jesús María
Montes-Fernández, (presentes en el acto), la broma te sale bien carita y yo
vivo en un bucle de crisis.
Las piezas desfiladas fueron cedidas por el coleccionista Joao
Magallanes, propietario de Museo Automovilístico de Málaga poseedor de más de
400 tocados antiguos, que curiosamente encontraba en los automóviles que
adquiría. Esto le animó a comenzar una colección de trajes antiguos que ya
cuenta con más de 90 piezas. Modelos que el museo automovilístico de Málaga usa
para mostrar junto a coches vintage; lo que hablamos siempre, mucha lógica en
todo con tal de sacar unas perras.
Para completar el “look” las modelos lucieron piezas de Carrera y Carrera y al final del desfile, (algunas) de las allí presentes recibimos un cheque regalo por valor de 500€ para emplear en la firma joyera, que aquí no se andan con tonterías, aunque me podrían haber dado los eurillos en metálicos porque no creo que encuentre nada por ese precio en la tienda.
La conclusión en un museo, hotel o restaurante sigue siendo la
misma; El negocio de la moda llama más que nunca al público en general y
continuaran intentando “engañarnos” con tal de atraernos.