El Ocaso más glamuroso


Por fin estoy de vuelta y en vísperas de navidad a mí solo me apetece contar historias, historias de esas que acaban con una frase como:  “con lo que ha sido y para lo que ha quedado…”.

Pues bien, Erase una vez….  Una pequeña niña morena norteamericana, para la que su madre tenía un plan de ilimitada ambición: llegar a La Casa Blanca o en su defecto conseguir un sustancioso matrimonio.

Esta pequeña morenita de ojos pasmados y feas manos (por eso siempre usaba guantes), llamada Jacqueline Bouvier, luego Jacqueline Kennedy y más tarde aún Jacqueline Onassis, aparte de heredar la ambición de su madre y tener la suerte de que entre varios diseñadores europeos y Oleg Cassini, crearon un estilo innovador  y específico para ella, un estilo que marcaría tendencia y sería reconocible con el paso de los años, pues aparte de todo esto, tenía una prima, si si, una prima hermana, como las vuestras y las mías, pero  mis primas no tienen una historia tan suculenta como esta.


La prima en cuestión es Edith Bouvier Beale, socialité estadounidense  nacida en Nueva York sobre 1917, tuvo una educación privilegiada y dorada  juventud. Trabajó como modelo y artista de cabaret . Su “baile de debutante” fue en el Hotel Pierre, acto recogido por el New York Times, donde lució un vestido blanco con apliques en plata y una corona de gardenias en el pelo, acaparando todas las miradas y estableciéndose como la chica de moda de la época, cosa que nunca logró su prima Jackie.

Años más tarde Edith, afirmaba que el mismísimo John F. Kennedy , comentó a su padre Joe Kennedy,  que de haber conocido a Edith antes, habría sido ella la primera dama.



Desde 1947 hasta 1952, vivió en el Hotel Barbizon (solo para señoritas y que ella amuebló con valiosas antigüedades de su madre) , con la esperanza de encontrar la fama y un marido, eso sí, sólo estaba interesada en los hombres cuyo signo del zodiaco fuera Sagitario. Pero ni una cosa ni la otra llegaron a su vida, de modo que regresó con su madre a los Hampton. No mantenían la relación perfecta, pero no tenía mejor sitio donde ir, ni medios para subsistir.
 

 
La historia se fue complicando; madre e hija vivían aisladas del resto del mundo, comenzaron a rozar la pobreza y la suciedad y basura inundaban la casa, tanto, que fueron desalojadas por las autoridades sanitarias hasta que la casa estuviera limpia. Entonces, la primísima, Jacqueline Kennedy Onassis, acudió en su auxilio y  pagó los  32.000 dólares de la limpieza (sacaron unas 1000 bolsas de basura). La historia se convirtió en un escándalo nacional. Tal fue el interés causado que se llegó a rodar un documental que dejaba al descubierto su vida cotidiana, (con canticos y bailes incluidos por parte de ambas).


 


Lo más “inquietante” por llamarlo de alguna forma, es que a pesar  de vivir entre basura, por el día madre e hija pasean por la casa y alrededores con los más glamurosos estilismos, propios más bien de una actriz de la época dorada de Hollywood; visones, vestidos de firma, turbantes de seda, joyas de Tiffany… 

 
Este fenómeno tan contradictorio ha sido y continúa siendo motivo de inspiración para creadores como Marc Jacobs con su bolso Little Edie,  en grandes colecciones y multitud de editoriales de moda.



Después de la muerte de la madre en febrero de 1977, Edith intentó reiniciar su carrera de cabaret a los 60 años (muy lógico esto), como era de esperar las malas críticas se comieron su último intento. Tras hacer un pequeño tour por diversas ciudades como New York, Miami, Montreal, Edith se instaló humildemente en Florida, donde permaneció recluida escribiendo poesía y devolviendo correspondencia a sus amigos y fans hasta su muerte a los 84 años.

 

4 comentarios:

  1. me encanta grey gardens...... magnífica entrada!! :)

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  2. una historia apasionante y un gran blog, felicidades

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  3. Amo la mirada!
    love the look!
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